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pho.”¡Felices 15 años para Dexter, el perro ciego! ¡Que reciba muchos hermosos deseos de cumpleaños!”

Hoy es mi cumpleaños, pero parece que el universo ha decidido que pase desapercibido. Me despierto con un nudo en el estómago, una mezcla de emoción y anticipación, pero también con una pizca de tristeza que se cierne sobre mí como una sombra persistente.

 

Me levanto de la cama y camino hacia la ventana, observando el mundo exterior que parece seguir su curso normal. Las calles están animadas con personas apresuradas, el sol brilla en el cielo azul, pero para mí, todo parece un poco más opaco, un poco más sombrío.

Me preparo para el día, intentando mantener la cabeza en alto, recordándome a mí misma que un día especial no necesita la validación de los demás. Sin embargo, mientras me miro en el espejo, no puedo evitar sentir un vacío en el corazón, un anhelo por esa conexión humana, por ese gesto simple pero significativo de ser recordada y celebrada.

Bajo las escaleras y encuentro la cocina vacía. No hay tarjetas de cumpleaños en la mesa, ni un pastel adornado con velas parpadeantes. Es como cualquier otro día, excepto que hoy marca otro año en mi vida, otro año de experiencias, alegrías y desafíos superados.

Salgo a la calle, buscando distracción en el bullicio de la ciudad. Paseo entre la multitud, observando a las personas que pasan, preguntándome si alguna de ellas podría darse cuenta de que hoy es un día especial para mí. Pero nadie parece notar mi silenciosa celebración interna.

Decido refugiarme en mi lugar favorito, un pequeño café acogedor en una esquina tranquila. Me siento en una mesa junto a la ventana, observando el ir y venir de la gente mientras saboreo mi café caliente. Es un momento de calma en medio del caos del día, pero incluso aquí, en este refugio tranquilo, me siento un poco sola.

Mientras tanto, mi teléfono permanece en silencio, sin un solo mensaje de felicitación. Reviso mis redes sociales, esperando ver al menos un pequeño recordatorio de que hoy es mi día especial, pero mi bandeja de entrada está vacía, sin menciones de cumpleaños ni deseos de felicidad.

A medida que avanza el día, la sensación de soledad se vuelve más pesada, más tangible. Intento mantener la sonrisa en mi rostro, pero por dentro, me siento frágil, vulnerable. Es como si una parte de mí estuviera desapareciendo lentamente, como si mi cumpleaños perdiera su significado sin el reconocimiento de los demás.

Al final del día, regreso a casa con el corazón pesado. Cierro la puerta detrás de mí, dejando atrás el mundo exterior y su indiferencia hacia mi cumpleaños. Me consuelo con la idea de que, aunque este día pasó desapercibido para muchos, aún tengo la oportunidad de celebrar mi vida, de apreciar cada momento, cada experiencia que el universo me ha brindado.

Me siento en mi habitación, una vela titilante iluminando el espacio con una luz suave y cálida. Cierro los ojos y hago un deseo silencioso, enviando una pequeña plegaria al universo. Puede que hoy haya sido un día solitario, pero mañana es otro día, lleno de nuevas posibilidades, nuevas experiencias y, quién sabe, tal vez incluso un poco de celebración.

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