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Ph. El niño de siete años y su perro esperan ansiosamente junto a la cerca todos los días, esperando el regreso de su madre del trabajo, creando así una escena feliz y acogedora.

En un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad, vivía un niño de siete años llamado Mateo. Cada mañana, antes del amanecer, Mateo se levantaba lleno de emoción y corría hacia la puerta de entrada de su casa. Allí, junto a la antigua cerca de madera, se encontraba su fiel compañero, un perro callejero al que había rescatado hacía unos meses.

El perro, al que Mateo había bautizado como Canela por su pelaje color canela, siempre esperaba pacientemente a su lado. Ambos aguardaban con impaciencia el momento en que la madre de Mateo regresara del trabajo. Era el momento más esperado del día.

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A medida que el sol se elevaba en el cielo, Mateo y Canela se sentaban juntos junto a la cerca, observando el mundo despertar a su alrededor. Los pájaros cantaban melodías alegres mientras el aroma de las flores llenaba el aire. Pero para Mateo, el verdadero espectáculo estaba en la espera de su madre.

Finalmente, cuando el reloj marcaba las cinco en punto, Mateo veía a lo lejos a su madre caminando por el sendero polvoriento que conducía a su hogar. Su corazón latía con fuerza de emoción mientras corría hacia ella, seguido de cerca por Canela, quien también compartía su alegría.

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Los tres se reunían con abrazos y lamidas, creando un cuadro de felicidad y calidez que llenaba sus corazones de amor. Mateo contaba emocionado sus aventuras del día a su madre, mientras Canela saltaba alegremente a su alrededor, expresando su afecto con ladridos y movimientos de cola.

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Después de un largo día de trabajo, la madre de Mateo encontraba consuelo y alegría en el amor incondicional de su hijo y su leal compañero canino. Juntos, formaban un vínculo indestructible que llenaba sus vidas de momentos preciosos y recuerdos inolvidables.

Y así, cada día al atardecer, Mateo, su madre y Canela se reunían junto a la cerca, creando un santuario de amor y felicidad en medio del bullicio del mundo exterior. Porque en ese rincón especial, todo lo que importaba era el amor que compartían, un amor que perduraría para siempre en sus corazones.

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